Resistir

La niña, mientras, imaginaba castillos, hadas y dragones y se afanaba por encaramarse a uno de los viejos bancos de la plaza. Y lo conseguía. Triunfante ideaba la mejor forma de atravesarlo asida al respaldo, poniendo todo su esfuerzo, toda su capacidad y sus ganas en aquella hazaña que cobraba vida en su aventura.
En un momento la madre se gira y observa unos segundos a la pequeña antes de levantarse y, como si de una reacción automatizada se tratase, sin dejar de reír ni mirar en la dirección de la conversación que en ese instante mantenía, toma a la niña de los brazos y la deja en el suelo mientras le propina una leve cachetada en señal de regaño. No le da más importancia a la situación,... pero sí la tiene... Ella, sin saberlo, sin ni siquiera poder intuirlo, acaba de permitir que un clan entero de ogros escapara y comenzara a avanzar hacia la aldea más cercana en busca de su próxima cena...
La niña, se frota ligeramente el cachete castigado sin dejar de andar primero, trotar después,... salir disparada,... correr... cabalgar veloz a lomos de un dragón de alas diminutas y cola rosa, mientras desde el suelo todos los duendes y gnomos del bosque le dan ánimos y fuerza. Así, corriendo, alcanza, por fin, el banco contiguo y, sin mirar siquiera un segundo hacia atrás, coloca en él sus manitas y comienza a idear la mejor manera de atravesarlo...