Problemas de Geografía Personal

viernes, julio 28, 2006

Camino Cierto

Nada. Ni esperarlo, ni observarlo. No era necesario ni conveniente. Nada: atosigar las expectativas, las posibilidades... Abrumar a las estelas doradas y brillantes que lo rodeaban cada vez que avanzaba, retrocedía o permanecía sentado al borde del camino hablando con las flores, abrazando los árboles, conversando con los patos, espantando palomas, cazando atardeceres... Nada. Ni buscarlo, ni encontrarlo. No hacía falta, no valía ni hubiese bastado: perder la calma, ignorar todo aquello que aún no podían ser hechos o palabras pero que latían al ritmo imparable de un idioma compartido, conocido... reconocido... Nada.

Justo saber: saberlo, saberse, sabernos... que la luz de un faro, apagándose suavemente al compás de un sueño, habla; que la alineación perfecta de dos botes de danao en medio de la carretera habla; que los horarios de autobuses y trenes hablan; que hablan el cerrar los ojos, las musas, reencontrar la voz al mismo tiempo y descubrir que siempre había estado ahí... habla, habla tanto y tan fuerte como esta sensación aquí, en el estómago, cada vez que perdemos pie y comprendemos que podemos volar...

Nada. Ni esperarlo, ni observarlo, ni buscarlo, ni encontrarlo... No hacía falta, no valía ni hubiese bastado. Tan sólo saber escuchar a todo aquello que, alrededor, nos confirma a cada instante que recorremos el camino cierto...

miércoles, julio 19, 2006

Algo nuevo

Sonriendo. Despacito. Dando a cada paso la trascendencia que realmente tiene. Como sólo ellos saben. Todo su tiempo acumulado avanzaba hacia mí ayudado por un bastón. Yo lo miraba acercarse sentada en mi banco de aquel parque; aún no lo sabía, pero le había estado esperando...

Se detuvo a varios metros de mí mientras miraba las plantas del jardín sonriendo,... despacito... Al reanudar su marcha me buscó con la mirada y cuando llegó, despacito,... sonriendo,... a mi altura, se detuvo mientras murmuraba tanto para mí como para él como para las plantas del jardín, como para cualquiera que hubiera podido o querido escucharle: "nunca había visto unas así. Esas amapolas. Tienen una pelusilla. He vivido siempre en el campo, conozco bien las amapolas, pero..." . No supe más que asentir y devolverle la sonrisa a sus ojos húmedos, vivos, sorprendidos, emocionados, emocionantes...

Dio tres pasos... "nunca es tarde para aprender algo nuevo", sentenció dándome ya la espalda. Sin mirar atrás. Sonriendo. Despacito... se alejó con su bastón y todo su tiempo acumulado...

viernes, julio 14, 2006

lugar

El jardinero experto mimaba con celo todas las plantas del jardín. Ellas no podían resistirse a sus cuidados y, tarde o temprano, terminaban haciendo lo que les correspondía hacer por naturaleza: crecer, florecer, lucir sus mejores colores y brillos...

Aquella no. Había pasado por todas las ubicaciones posibles en el jardín, todas las combinaciones posibles; nada había dado resultado. Aquella planta que le regalaran, ya hacía demasiado tiempo, mustia, sin color, apenas un tallito marrón de 10 centímetros, seguía justamente así. Demasiado tiempo...

Cansado, el jardinero experto un día de invierno dejó aquella planta junto a los contenedores de la basura que había delante de la casa. Allí la encontró el jardinero de la casa de al lado. Se agachó para mirarla, rozó con los dedos el tallo marrón de 10 centímetros y se la llevó con él. Aquel otro jardín, contiguo al primero, era prácticamente igual. El nuevo jardinero la colocó en un huequecito que quedaba libre, la regó un poco, le sonrió y entró en su casa pasando la mirada por todo el resto de plantas de su jardín a modo de saludo.

Al mes siguiente, aquella planta, era lo que tenía que ser, lo que podía ser... porque estaba en el lugar en el que debía estar...

miércoles, julio 05, 2006

...Que estás conmigo caminando, detenidos, que me llevas de la mano hasta donde quiero ir... Que la distancia y el tiempo son relativos, ya lo sabes, que no les damos papel ni colores para garabatear sus maldades, y nos inventamos un espacio y un tiempo renovados, únicos, dentro de los que ocurre justo lo que nosotros soñamos que ocurra (¡sueña! no dejes de hacerlo...). Me gusta subir a tus pensamientos como cuando subo a la noria, tú habitas los míos, como buen duende, como si de un amuleto mágico se tratara,... invades mi luz, te haces luz, iluminas cada uno de mis pasos...